La joven de 24 años lleva una década en la recolección de material reciclable que desechan en el lugar. Cómo fueron sus inicios en el basural, cuán importante es este trabajo para ella y cómo afectó a su salud estar dentro del lugar durante casi toda su vida.
Joana Enrique trabaja desde los 14 años en La Quema. En sus comienzos, iba con su papá a buscar el material reciclable que desechaban en el basural. “En un momento sentí vergüenza por estar acá por el tema de la discriminación”, revela. Ahora, con 24 años, la sensación es diferente: confiesa sentirse orgullosa de estar en el basural porque todo lo realizado es un bien ambiental.
“El día a día acá es drástico. A veces venimos y podemos conseguir material, si hay mucha gente eso se complica. Hay días que si llueve es más difícil por el barro, las máquinas y los fletes quedan encajados”, sostiene Joana.
“El día del humo, algunos compañeros perdieron mercadería y su plato de comida. Eso a nosotros nos genera un poco de angustia, porque lo que hacemos es venir a buscar nuestro plato de comida y no molestar a nadie”, agrega. También, confiesa que les da bronca que “continúen jugando con la necesidad de ella y sus colegas, incluso de su familia”.
La joven de 24 años que forma parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos reconoce: “Yo me crié acá en el basural, comí acá. Es la fuente de laburo, el sostén de mi casa. Sin esto no sé qué haría”.
“Por ahí yo sí tengo más posibilidades porque estoy en una cooperativa, pero hay compañeros que no están en mi misma situación. Algunos de ellos no saben leer ni escribir. Les cuesta salir a conseguir el mango más que a mí. Es triste y difícil la realidad de qué haríamos sin el basural nosotros, porque esto nos da de comer”, añade.
No es la única en la familia que trabaja en el lugar; su marido, tíos, primos y hermanos también. Desafortunadamente, su madre tuvo que abandonar el lugar ya que tuvo problemas de salud: sufrió de tuberculosis debido al humo inhalado del basural que le afectó mucho los pulmones. En tanto Joana, de momento, no tiene ninguna afección, a pesar de llevar una década como recolectora.
Actualmente, la joven está terminando el colegio. A su vez, plantea que su objetivo a futuro es seguir trabajando, pero dentro de la planta de reciclado con un techo y con condiciones laborales dignas tanto para ella como para el resto de sus compañeros.
¿Cómo es el día a día en el predio?
El día a día acá es drástico. A veces venimos y podemos conseguir material, si hay mucha gente eso se complica. Hay días que si llueve es más difícil por el barro, las máquinas y los fletes quedan encajados. En los días de mucho sol, hay compañeros que se descomponen por el calor que hace acá.
¿Qué es un día de humo?
El día del ‘humo’ algunos compañeros perdieron mercadería y su plato de comida. Eso a nosotros nos genera un poco de angustia porque lo que hacemos es venir a buscar nuestro plato de comida y no molestar a nadie.
¿Qué harías sin el basural?
Yo me crié acá en el basural, comí acá. Es la fuente de laburo, el sostén de mi casa. Sin esto no sé qué haría. Por ahí yo sí tengo más posibilidades porque estoy en una cooperativa, pero hay compañeros que no están en mi misma situación. Algunos de ellos no saben leer ni escribir. Les cuesta salir a conseguir el mango más que a mí. Es triste y difícil la realidad de qué haríamos sin el basural nosotros, porque esto nos da de comer.
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